'Circulan los verdiales,
por los campos malagueños,
circulan los verdiales,
y son como pajarillos
que salen de los trigales,
con panderos y platillos.'
con panderos y platillos.'
En una de nuestras visitas periódicas a Los Montes de Málaga conocimos a un hombre de Los Portales, un hombre hecho, con aspecto bonachón, de los del vínculo con la tierra, el aprecio a las cosas naturales y a la formalidad. Había sucumbido al despoblamiento cuando sus amigos lo dejaron solo. Aún así, continuó con su labor en el campo, principalmente su afición a las uvas y al vino de Los Montes, la variedad Pedro Ximen. Hablaba con tono melancólico de su manchón de vides. Comentaba que todo lo aprendido durante su vida, y todo lo recogido de sus ancestros se lo llevaba la vida moderna, la vida cómoda.
De testimonios así, de historias de vida de personas anónimas por su humildad, se recogen saberes tradicionales y se recopila parte de la cultura de estos territorios montañeses. Ese imaginario vital de las personas no se puede perder como las piedras de los lagares y casillas esparcidas por el entorno, que se inundan de grietas hasta caer en el olvido. Hoy vamos a reflejar lo que alberga un Lagarillo olvidado, en palabras de su morador hasta hace pocos años, La Kasilla de Buena Vista.
'Que corra por las gargantas
el vinillo de Los Montes,
el que el ánimo levanta,
cuando por las venas corre
los verdiales se arrancan.'
Lo primero que se observa es que son casas pequeñas, humildes, adaptadas al entorno. De humedecida argamasa, tienen una sólida base de piedras extraídas del terreno y heredadas de otras construcciones más antiguas. El tejado se termina a base de tejas de barro cocido. Con el auge de la urbanización, el ladrillo empezó a colonizar unas conciencias que no tardarían en obstinarse en la vida moderna como la panacea a sus vidas simples, y que empezarían a bajar a la ciudad a desarraigarse de su vida campestre y a perder sus expresiones culturales. En general, en la ciudad progresaron.
El sistema es similar al del horno, debiéndose producir un fuego intenso y continuo que mediante una chimenea central hace llegar el fuego por entre las piedras a todo el recipiente, mientras que evacua por el mismo sitio hasta la caldera toda la ceniza que va produciendo la quema. En el terreno de Buena Vista existe una calera escondida tras unos frondosos zarzales, perdiéndose primero su uso y ya casi, su localización. La cal era muy apreciada a partir de primavera por la larga tradición de blanquear las casas. Tras enfriar las piedras durante dos días, ya se podía hacer con ellas cal, añadiéndoles agua.
'Parece mentira eso,
un malagueño decía,
parece mentira eso,
que sea tan divertida
una fiesta de catetos'
Las casas se cierran con cal, producida durante años en el terreno en un trabajo comunal o para sacarse unos jornales. Las caleras son hoyos compactos y redondeados en la tierra, compuestos de un recipiente y una caldera al fondo, a la cual se accede mediante una puerta al exterior para agregar y atizar la leña durante tres días y tres noches continuadamente hasta que la piedra esté totalmente cocida. El recipiente de la parte superior se viste con piedra caliza blanca, que históricamente se ha recogido de los lechos de los rios, o con piedra javaluna para hacer cal morena, que se usaba con arena como si fuera cemento. El recipiente se completa embovedando hasta el techo con piedras, cerrándola y reteniendo al conjunto, con una piedra clavo. Luego se cubre todo el exterior con barro y ramas verdes de adelfas o retamas.El sistema es similar al del horno, debiéndose producir un fuego intenso y continuo que mediante una chimenea central hace llegar el fuego por entre las piedras a todo el recipiente, mientras que evacua por el mismo sitio hasta la caldera toda la ceniza que va produciendo la quema. En el terreno de Buena Vista existe una calera escondida tras unos frondosos zarzales, perdiéndose primero su uso y ya casi, su localización. La cal era muy apreciada a partir de primavera por la larga tradición de blanquear las casas. Tras enfriar las piedras durante dos días, ya se podía hacer con ellas cal, añadiéndoles agua.
'Nos invitaron de fiesta
al Lagar de Serranillo,
en una noche de invierno,
cruzando los caminillos,
cogidos por no caernos,
con agua hasta los tobillos.'
'Entre mujeres y hombres,
seríamos ocho o nueve,
lloviendo con mucho frio
y pegando tropezones,
y el estómago vacío,
pero lleno de ilusiones'
La dura faena de la uva está muy bien descrita en el refranero popular, que dice 'la uva y el potro que lo críe otro' aludiendo al esfuerzo de lumbares, y a lo trabajoso de su cultivo, debiendo darle muchas vueltas, haciéndole muchas tareas, para su mejor rendimiento. Las cepas son delicadas y requieren de cuidados ineludibles como la poda tras la recogida. Es imprescindible hacer una limpieza de sarmientos para que la cepa coja fuerza y tire nuevos sarmientos más vigorosos. La poda debe ser concienzuda, se trata de obtener muchos puertos, desde donde brotarán las nuevas ramas y los codiciados frutos. Otra de las tareas imprescindibles es oxigenar la tierra mediante cava a mano, o arando con yunta de mulos quien disponga. Tras ello, otra vez se deberá ir cepa por cepa para desenterrar el tronco y evitar que se humedezca. Se abonará la tierra con estiércoles orgánicos y se estará pendiente de posibles infecciones de mohos y cenizas. Todo esto sin hablar del clima y del desnivel del terreno.
Cuando los caminantes cogen un racimo de uvas, nadie les va a recriminar, pero no saben ellos lo que cuesta dar forma a estos frutos apelotonados, dulces y golosos, que gustan a todos de comer, pero que pocos cultivan. Los pajarillos son un azote porque picotean todos los frutos estropeando el racimo, los zorros raposos gustan de mordisquearlos, el jabalí arrasa por donde pasa, y el ser humano es incapaz de coger solo un racimo y gusta de llevar siempre una bolsa de supermercado. Quienes se deciden a cultivar es por una especial sensibilidad a la herencia enológica local, y por la indudable influencia que tiene la cultura del vino en estas laderas apartadas, con su forma de vivir y relacionarse, que se escenifica muy bien en los verdiales, y en la maragata, expresión folklórica de música y baile de esta zona.
'Cruzamos los forestales,
pinchándonos con las matas,
para ir de Verdiales,
también de Maragatas,
salimos de Los Portales,
calzados con alpargatas.'
calzados con alpargatas.'
Desde agosto se puede ir cogiendo uva para consumo doméstico hasta la vendimia en septiembre, fuera de lluvias, para que no se diluya el grado de azúcar. La recogida es otro de los momentos álgidos y duros. Todos se han cortado en las manos alguna vez. En un lagarillo familiar como éste, la vendimia abría paso a uno de los momentos mágicos, igualable en importancia a la matanza, por el cual empezaba la sangre a hervir. Ya se veía la producción de uva, pero faltaba transformarla en vino. No es para menos, si el proceso anterior ha sido duro, a partir de ahora va a haber alrededor de 30 días, según la cosecha, de pisar la uva. Trabajo físico durísimo, monótono y aburrido.
Se echa la cosecha en el suelo del lagarillo y se pisa continuamente durante toda la jornada con alpargatas de esparto si pisas uva fresca, y con alpargatas de suela de madera si pisas uva pasa. El mosto va cayendo a un pilón de obra, una orza, una vasija u otro recipiente, y de ahí se saca para guardarlo. Tradicionalmente, se guardaba en económicos barriles de madera de castaño. También los había de roble de mayor calidad. En barril, el vino ha hervido a los cuarenta días, y ya se puede consumir y vender, y así aparecían unos ingresos muy necesarios. También se podía almacenar en garrafas de cristal de una arroba, que equivale a 16,133 litros. Se almacenaba en estancias alejadas de la luz y frescas, simulando una bodega.
Se echa la cosecha en el suelo del lagarillo y se pisa continuamente durante toda la jornada con alpargatas de esparto si pisas uva fresca, y con alpargatas de suela de madera si pisas uva pasa. El mosto va cayendo a un pilón de obra, una orza, una vasija u otro recipiente, y de ahí se saca para guardarlo. Tradicionalmente, se guardaba en económicos barriles de madera de castaño. También los había de roble de mayor calidad. En barril, el vino ha hervido a los cuarenta días, y ya se puede consumir y vender, y así aparecían unos ingresos muy necesarios. También se podía almacenar en garrafas de cristal de una arroba, que equivale a 16,133 litros. Se almacenaba en estancias alejadas de la luz y frescas, simulando una bodega.
'Con un farol 'encendío'
y cuando el agua arreciaba,
y cuando el agua arreciaba,
hasta el farol apagaba
y nuestro cuerpo era un rio,
toda la ropa empapada.
toda la ropa empapada.
Dicen los entendidos que del estruje que se le da en la última parte del proceso de pisada dependerá el tono del vino. El estruje se ha hecho tradicionalmente mediante la maroma, una rudimentaria prensa consistente en rodear los restos mediante una soga gorda, de forma que no se escapen. Rellenar en exceso para ponerle encima una madera con pesos que hará de prensa. Se extrae así, apretando la soga un liquido intenso que dará color al vino. De hace un tiempo a esta parte, también se están utilizando para el estruje los capachos de esparto para la aceituna, que rellenos de uva y apilados, se prensan hasta su secado.
Junto a la elaboración de vinos, por estas sierras se extiende otro arte, que es la producción de vinagres. Lo cierto es que cierra el círculo de la uva, ya que los restos de la pisada y del estruje se han ido acumulando en una vinagrera o recipiente para sacarles el último producto, el vinagre de vino. Tras treinta días de pisada el contenido de la vinagrera está en fermentación. Justo cuando se ha acabado de estrujar toda la uva disponible, se le echa agua a la vinagrera para emparejar la temperatura de todo el contenido, y así se consigue igualar la desigual fermentación. A los tres o cuatro días ya es una fermentación homogénea de todo el contenido. Cuando se le eche agua y el resultante salga caliente, ya es vinagre, pues coge la temperatura de la correcta fermentación. Cuanto menos agua, el vinagre será de mayor calidad. Se recoge en vasijas, que con el tiempo irán tomando grados.
'Y llegamos al Pañero,
como también le decían,
le echaron más leña al fuego
y hasta que llegaba el día,
pegados a los fiesteros
y Rueda que siempre había,
¡que tiempos eran aquellos!'
Es muy romántico pasear por estancias llenas de objetos que en algún momento tuvieron una vida y una utilidad. El último morador puede incluso describir algún recuerdo de cada una de esas herramientas. Dándoles cabida en su propia experiencia, y haciéndolos suyos, han acabado guardados por alguna extraña razón, como acaban los recuerdos guardados en nuestra mente. Guardados para evocarlos, guardados para recrear una sonrisa o una pena. Guardados para ser usados cuando se necesiten. Guardados para el relevo.
Objetos antiguos como las horcas y el rastrillo de madera para trabajar la parva, la sierra carpintera, la traba de hierro con llave para los burros, toda clase de baúles y muebles sencillos. Herramientas aún en uso como las tijeras de podar, los azadones de gavilán, las cribas de garbanzos y de semillas, las varas y toldos para varear aceitunas y almedras. Los canastos de caña y acebuche, las orzas, los cantaros. Aperos para las bestias como las aguaderas, las angarillas para bacinar, los capachos de esparto para transportar la uva. Elementos evocadores como el pandero de verdiales, los deíles para no rebanarte los dedos con la hoz, y un espantapajaros mecánico.
Decíamos antes que muchos habitantes de lo rural, encontraron en la urbe un progreso del que carecían en el campo. Sin embargo, es un sentimiento generalizado abnegarse a la vida pasada como algo nostálgico y reparador. Como una vuelta a la alegría y a la felicidad, sobre todo de la tierna infancia, de la deseada juventud, de la vida familiar, y de la convivencia en la comunidad. Se han cambiado los usos de la casas, las formas de explotación de la tierra, pero corre por la sangre de los que se marcharon una llamada, que los hace retornar al lugar de origen, a la casa familiar.
Al último morador del Lagarillo de Buena Vista, se lo enseñó todo su padre. Fue su aprendiz más fiel, al que eligió para transmitirle los saberes de la tierra y del vino. Continuó su legado desde el momento en que el padre delegó respondiendo a una pregunta suya. Como cada noche, padre e hijo repasaban las tareas a hacer el día siguiente. El hijo le preguntó con respeto al padre:
- Mañana, ¿que hay que hacer?, a lo que el padre respondió con desgana:
- A mí no me tienes que preguntar más, tu ya sabes cómo y cuando hacer las cosas.
Así, de esta manera tan sencilla, pasó el testigo de padre a hijo, y día a día, lustro a lustro, su única preocupación ha sido sacar la casa adelante, para que no se pierda ni la familia, ni la tierra que la sustentaba.
Sin descendencia, no ha tenido oportunidad de hacer lo propio. Está deseoso de transmitir esos valores de trabajo, esfuerzo y valía. Quiere traspasar los saberes acumulados. La edad lo tiene en jaque, pero ha sobrepasado con creces las expectativas puestas en él. Es un ejemplo a seguir. De capacidad y de resistencia. Es un referente como persona, y memoria viva de una época.
Ahora en el lagarillo olvidado sólo habitan una fiel perra guardiana, los gatos que mantienen la población de roedores a raya, y algún que otro mochuelo despistado. El eco de los pasos ya solo aparece en ocasiones a darles de comer.
El Lagarillo de Buena Vista perece lentamente sin ti. Y cada vez que regresas allí, el tiempo se detiene para que no vuelvas a partir, para que todo continúe como antes.
Las coplillas son las recopiladas por Teresa Aguilar 'Miguelina' en su valiosa obra etnográfica y antropológica para la preservación y recuperación del folklore tradicional de Los Montes de Málaga:
'La Ruea. Maragata, Churripampa, Molinera' Col. Utopía de las Artes. Málaga, 2015
'Mi sentir y mi cantar' Autoedición Ed Rubical Impresores. Málaga, 2010
'Romances populares antiguos y anécdotas' (coautor Antonio Velasco) Autoedición Graf, San Pancracio. Málaga, 2002
'Bailaban las Maragatas,
las noches frías de invierno,
a la luz de una fogata,
jurándose amor eterno'
Al último morador del Lagarillo de Buena Vista, se lo enseñó todo su padre. Fue su aprendiz más fiel, al que eligió para transmitirle los saberes de la tierra y del vino. Continuó su legado desde el momento en que el padre delegó respondiendo a una pregunta suya. Como cada noche, padre e hijo repasaban las tareas a hacer el día siguiente. El hijo le preguntó con respeto al padre:
- Mañana, ¿que hay que hacer?, a lo que el padre respondió con desgana:
- A mí no me tienes que preguntar más, tu ya sabes cómo y cuando hacer las cosas.
Así, de esta manera tan sencilla, pasó el testigo de padre a hijo, y día a día, lustro a lustro, su única preocupación ha sido sacar la casa adelante, para que no se pierda ni la familia, ni la tierra que la sustentaba.
Sin descendencia, no ha tenido oportunidad de hacer lo propio. Está deseoso de transmitir esos valores de trabajo, esfuerzo y valía. Quiere traspasar los saberes acumulados. La edad lo tiene en jaque, pero ha sobrepasado con creces las expectativas puestas en él. Es un ejemplo a seguir. De capacidad y de resistencia. Es un referente como persona, y memoria viva de una época.
Ahora en el lagarillo olvidado sólo habitan una fiel perra guardiana, los gatos que mantienen la población de roedores a raya, y algún que otro mochuelo despistado. El eco de los pasos ya solo aparece en ocasiones a darles de comer.
El Lagarillo de Buena Vista perece lentamente sin ti. Y cada vez que regresas allí, el tiempo se detiene para que no vuelvas a partir, para que todo continúe como antes.
'Mientras más hondo es un pozo
más fresquita tiene el agua,
mientras más hablo contigo
más me gustan tus palabras'
más fresquita tiene el agua,
mientras más hablo contigo
más me gustan tus palabras'
Las coplillas son las recopiladas por Teresa Aguilar 'Miguelina' en su valiosa obra etnográfica y antropológica para la preservación y recuperación del folklore tradicional de Los Montes de Málaga:
'La Ruea. Maragata, Churripampa, Molinera' Col. Utopía de las Artes. Málaga, 2015
'Mi sentir y mi cantar' Autoedición Ed Rubical Impresores. Málaga, 2010
'Romances populares antiguos y anécdotas' (coautor Antonio Velasco) Autoedición Graf, San Pancracio. Málaga, 2002