martes, 21 de febrero de 2017

Temporal de Levante en la desembocadura del Rio Velez



'Mira que cabeza loca,
poner tus ojos en mí,
yo que siempre ando de paso
no podré hacerte feliz.
Olvídame te lo ruego,
yo soy como el Paraná
que sin detener su marcha
besa la playa y se va..
Que sin detener su marcha
besa la playa y se va..'
'Rio Manso' Ramona Galarza




De cuando en cuando nos azotan las fuerzas del mar destrozando todo lo que han puesto a su paso y acercando a las costas las toneladas de basura, sobre todo plásticos, que engulle el océano y que es incapaz de degradar. Estos días de clima engorroso son para algunos, ideales para pasear por la playa en busca de enseres perdidos de cualquier naufragio.


Es espectacular la fuerza brava de la mar que es capaz de destrozar, mover y recolocar cascotes de piedra, cementos, muros, árboles y otra vegetación, y tragarse playas con toda su arena y su paisaje anterior. Esto es lo que ha pasado en esta zona de la Costa de Vélez-Málaga. El mar de plástico en que se ha convertido esta parte del litoral, desde esta demarcación hacia el este, hace que cada temporal venga acompañado de escombros y otras basuras procedentes de la actividad humana, y no sólo agrícola sino también industrial y doméstica. Basura incívica, desde el plastiquillo del caramelillo, las colillas o el botellín de agua, hasta los poliexpandidos de los plantones y las lonas de plástico agrícolas, incluso los restos de los equipamientos municipales, que imposibles de degradar se acumulan en playas y lechos de rio durante años. 



Salvando esta contrariedad, la naturaleza parece renovarse. A ritmo de temporal recupera sus espacios, sus nuevas reordenaciones fluviales y marítimas, y con un mundo de vida a su compás, comienza a reciclarse en un nuevo ciclo. Desde los cañizos destrozados, a los mordiscos al territorio, una nueva forma de paisaje aparece de forma natural. En la desembocadura del Río Vélez estas variaciones se dan a menudo. Bien por las lluvias torrenciales en la zona alta que arrastran con su fuerza todo lo que encuentran a su paso, bien por las embestidas del mar, que en forma de incursiones ataca el litoral y se adentra rio arriba. Con estas circunstancias el rio llega hasta el mar con un cauce de agua variable. Hoy, sin embargo, era la mar la que entraba como una lengua insistente y que, con una fuerza encomiable modificaba a su antojo todo su alrededor.





Rio arriba, a buen recaudo del temporal marítimo se hallan expectantes algunas aves. Las fochas y otros palmípedos cacarean ajetreadas mientras se reorganizan entre los juncos. El nivel de agua ha subido dos cuartas y las plataformas flotantes necesitan de unos apuntalamientos. Otras aves, se engalanan subidas a las cañas mientras el tímido sol empieza a batirse en duelo con los tonos grisáceos que acompañan el temporal. La garza real anda cazando sapos en los campos de cultivo. Sale de la desembocadura en cuanto aparece una silueta humana. Las gaviotas también están sumidas en un ir y venir sin sentido. A estas horas, y cuando la calma domina el mar, suelen flotar agrupadas en la primera línea de playa. 





El escenario se presenta bullicioso, lleno de vida. Las últimas lluvias han supuesto frondosidad en cañizares y juncos que son los habitats preferidos de muchas aves acuáticas. Y el agua en estas latitudes siempre resulta esencial. De su existencia se nutren insectos, lombrices, caracoles y babosas que luego cebaran los estómagos de sus predadores. Las horas de sol harán lo demás, 'el día de Matías, acorta las noches y alarga los días', confiriendo también a fauna y flora un aire primaveral.





Ya en el prado verdoso que acompaña al rio en su devenir, el mediodia ataca con fuerza haciendo olvidar las sacudidas que reclama la mar a unos pasos, rumoreando y balbuceando su fiereza. Ahora el sol luce como un día primaveral, y las musarañas se mueven entre las cañas, buscando nuevos senderos que eviten el agua. Les acompañan los colirrojos moviendo con aspavientos su cola en busca de diminutos insectos alados, en un frenético ir y venir gastronómico. Es la hora punta del prado y con sigilo avanza la oportunista del lugar. Con un voraz apetito es capaz de comer huevos, polluelos, peces, pequeños roedores, insectos, moluscos y otros invertebrados. Es la culebra de agua, un látigo en movimiento que nada con soltura y que vaga entre los junquillos en busca de nidos con huevos. Hoy, la crecida del rio le ha trastocado la rutina, pero esta amante del suspense sabe encontrar una oportunidad en cualquier escenario.