Evocando al manisero cubano cuando cantaba al amor mediante el cuidado a las gardenias, hoy he plantado dos azucenas recordando un querer puro y eterno. La azucena es una planta bulbosa, de la familia de las liliáceas, relacionada directamente con el corazón y con la inocencia del espíritu. Con ellas además de recordar a los muertos, estoy dando armonía al txoko. No se si aguantaran los rigores veraniegos, pues me dicen que necesitan buena cantidad de agua sin llegar a saturarla y que aguanta la solana directa, pero sin sobrepasar los 27 grados centigrados. Aún así, y con mis dotes para las plantas, espero que lleguen a la primavera y florezcan, aunque como siempre, pondré todo mi empeño en que proliferen hasta la eternidad.
He querido representar un lugar donde apreciar los detalles del medio natural, en un silencio comunicativo con el entorno, un lugar contemplativo. El txoko es una especie de ikebana de piedras. No respeta el minimalismo de los japoneses, pues satura con rocas y minerales diversos el entorno. Aún así, cumple la regla del silencio que nos comunica con la naturaleza, del aspecto orgánico de alguno de los minerales, e intenta recoger la regla del triangulo, que simboliza sol, luna y tierra.
La composición ha querido simbolizar un infinito, salvando algunos obstáculos del terreno, y finalmente la forma de la cinta Moebius es tan sólo una alegoría. Las siete rocas del entorno son duras, las seis atorcaladas provienen de la sierra de Churriana y la séptima es un cuarzo mágico de la Sierra Huma, que es la que salva el impedimento.
El lineal central parte del arbusto que cierra el contorno y engloba el tótem de nutria, la piedra corazón lineado, el monolito de cuarzo, la aleta de tiburón y otra piedra atorcalada esta vez con base plana. La obra que decora es un corazón pintado en una piedra. Todas ellas provienen de un temporal de Levante y son piedras rodadas, piedras que nunca se encontrarían en este lugar.
El interior alberga una herradura rural, de borriquillo de Atajate. La piedra corazón lineado representa 'al sol que nos alumbra' dador de todas las cosas y está unida con una piedra javaluna roja que representa a la tierra que pisamos. Ésta a su vez, se une con la piedra de lava oxidada que representa a la luna y que cierra el triangulo con el sol. A sus lados se colocan las azucenas, que ya se abren al cielo con sus brotes verdes, y que vienen de las tierras de Casabermeja. El otro monolito de prisma triangular es la piedra de los mensajes, encontrada junto a una botellita sin nota, en el mismo temporal que las anteriores. El txoko original está a sus pies como una estación intermedia, como un apeadero hacia tí. Yace como se creó pese a las últimas lluvias.
El totem de nutria no es el que se podía esperar para un hombre de secano, pero no puedo evitar la sorpresa que me dió la noche de la nutria, aquella aciaga noche del 23 de julio del pasado año, a orillas del rio Vlatlava en la Isla de Cissarka Louka en Praha. Aquella noche me asusté tanto, cuando saliste del agua para subirte donde yo estaba que pataleé, y te sumergiste de nuevo. El pasado 24 de febrero no salía de mi sorpresa cuando vi una nutria buceando por el rio Guadalhorce, a su paso por Cártama-Estación, justo bajo el puente de hierro. La nutria saltó a la orilla y estuvo rodeando unas plantas de ribera. Cuando quise sacar la cámara fotográfica, ella se sumergió y no apareció más.
Pasaba un chaval paseando su perro pastor, y asombrado como estaba le pregunté:
- Me ha parecido ver una nutria en el rio. ¿Puede ser?
- No, aquí no hay nutrias, aseguró gesticulando.
Pero yo te ví de nuevo. Rondando.
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